P R E S E N T A C I Ó N    P o e s í a (de Carlos León Liquete)    SOBRE (y contra) EL ARTE     P O e S í A v I S u A L     J e s ú s B u e n o    de N A D I E (Punk)    COLABORACIONES - Amigos    InActualidad    c o n t a c t o   

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N A D I E
El verano de 2014 recoge la última cosecha de muertos de la 'avantgarde': Tommy Ramone / Néstor Baterretxea





2 MUERTOS de AVANTGARDE:

Tommy Ramone / Néstor Basterretxea




Leyendo la prensa reparo en dos muertes coincidentes en el tiempo y, con ello, en el sentido que adquieren a la luz del desarrollo del arte y de las calles de estas primeras décadas del siglo XXI.

Habrá otras vanguardias (ya las hay), de su dialéctica emanan ya lxs más sinceros de lxs nuestrxs. Pero aquellas vanguardia -histórica, de preguerra y de posguerra- y su hijo más constante ("EL PUNK [fue] DADÁ para las masas", apud L. Navarro) han dado paso a otra época.


Si hablásemos de un "hogar o una familia" del "arte", serían el rincón (de los brazos en alto) o un tioabuelo lejano (BASTERRA etxea) o aquel primo (el primo tomi) al que nadie quería oír pero siempre había que escuchar pues tenía la mejor historia.

No comulgo (ni a pedradas) con LOS RAMONES (concepto, desarrollo, trayectoria), aunque como todo punk me flipe con el 'rockett to rusia' y todas esas joyas primeras que tantos imitamos. PERO PARA HACER, DESPUÉS, OTRA COSA.

La actitud -en génerico- de Tommy Ramone es ejemplo de lo que el PUNK, si quería existir y ser 'de otra manera',
debía superar para constituirse parte de una comunidad de expresión y vida vivida (making punk a threat again...), frente al adocenamiento capitalista, al ocio enlatado y al arte BASURISTA de SUBASTA y de MUSEO,
a todo lo que implica, en lo personal y lo político y en el terreno del arte, el sistema capitalista.

Pero claro, yo decía: "condenar y superar la actitud" de los ramones cuando no pocxs no solo no la superaban sino que, en un viaje en breve tiempo hacia otro espacio, se desclasaban en la PIJO-POPERÍA-NORMALIZADA.

TAMPOCO es de mi gusto NI DE LEJOS ese grupo formado por Oteiza, Basterretxea y Chillida (creo innecesario explicar por qué, ¡ASÍ es el ARTE!), pero es cierto que suponen una parte fundamental de la escultura contemporánea, tras Picasso, Gargallo, Giacometti, et alli. 

Y SIN EMBARGO, MÁS ALLÁ DE UN VALOR INDIVIDUAL (pensamiento muy burgués por otra parte ese de que es el "individuo" el que hace la Historia) es el SÍMBOLO COLECTIVO de su muerte el que ME HACE DECIR en estas horas (en las que hay CAMPANAS a muerto en todos los cementerios castellanos, en este verano retrasado que ya comenzó de veras,  a esxs muertxs anónimos -nuestrxs y de lxs nuestrxs- recordamos en este paréntesis), al ver como AMBAS MUERTES recalan a LA ORILLA DE ESTE DÍA, entre 12 y 13 de julio de 2014, para "cerrar un ciclo".

O en las palabras de Calvo Serraller (v. infra):

"prácticamente se cierra un ciclo dorado [sic] de la escultura [y el arte, la música, la POESÍA] de vanguardia de nuestro país, difícilmente repetible [sic, mejor sic]: precisamente el de su generación, la de los nacidos en las dos primeras décadas del pasado siglo, porque, junto a los artistas vascos citados, también fallecieron recientemente Palazuelo, Gabino, Alfaro y Tapies; antes lo hicieron Eusebio Sempere, Pablo Serrano y Miguel Berrocal, de manera que los únicos supervivientes que nos quedan de este conjunto excepcional, entre otros no citados, son Gustavo Torner y Martín Chirino".

LAS GENERACIONES de lxs hombres como las hojas de los árboles.
LAS ÉPOCAS se cierran y se abren más alla de ellas, (por encima, dentro y contra las generaciones, con sus muertos prematuros y sus venerables perdurantes que las estiran más allá de su presente).

[FUERA DE LÍNEA:
esta época no "concluye" [por desgracia], es un segundo ciclo de la modernidad burguesa el que se muere, el tercero está naciendo -hijo de la posmodernidad-, cualquiera puede verlo...
es más difícil ver, sin embargo, la línea que conduce a la otra modernidad,
a la dialéctica cierta de la superación colectiva
(EN EL ARTE Y EN LA VIDA) del actual estado de cosas;
esa línea suele ser el REVERSO del ARTISTA individual,
de los nombres y las grandes alharacas]



SI el siglo XX en lo social (y lo político) se inicia tras el desastre del 98, y en la literatura (por decir) empieza REALMENTE 'como estética moderna' hacia 1914-1916 (IªG.M, muerte de Darío, Diario de Juan Ramón Jiménez), para nada sería raro que concluyera entre ese acto de pura vanguardia nihilista que fue la destrucción de las torres gemelas (en lo social, en lo político) y en lo artísitico y estético con estas dos necrológicas (a la maniére du Rubén).(Hay un solo siglo XX. Pero hay dos ciclos y dos tiempos que se cierran en mi boca.


Desde esta humilde página NADIE QUIERE POSTULAR NADA
nos limitamos a consignar coincidencias,
al AZAR de múltipleS LECTURA
s.







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[LOS DOS ARTÍCULOS que incluimos a continuación HAN SIDO EXTRAÍDOS DEL PAÍS del 13 de julio 2014]





MUERE  TOMMY  RAMONE,
EL ÚLTIMO MIEMBRO DE LOS RAMONES ORIGINALES.


Víctima de un cáncer de las vías biliares, Tommy Ramone murió el viernes en su casa de Nueva York, a los 65 años. Era el último miembro vivo de los Ramones originales. Se certifica una vez más que sufrieron…iba a decir «una maldición», pero eso quedaría excesivamente melodramático; sí puede afirmarse que tuvieron la peor suerte de todos los grandes grupos de los setenta. ¿Y cómo se cuantifica eso? Comparando su reputación y su influencia con su impacto comercial. En su país de origen, The Ramones nunca pasaron de ser un chiste que solo pillaban unas minorías, el eterno grupo de culto, mejores vendedores de camisetas que de discos.

Psicológicamente, tal vez Tommy fuera el más preparado para las frustraciones que les esperaban. Thomas Erdelyi había nacido en Budapest en 1949. Sus padres, de origen judío, ayudados por sus vecinos, sobrevieron a las matanzas de los nazis y de sus aliados húngaros. Hungría quedó en el bloque comunista y los Erdelyi emigraron a Estados Unidos tras la fracasada revolución de 1956.

Tommy creció en Forest Hills, en el barrio neoyorquino de Queens. Era menor de edad cuando formó una banda fugaz, The Tangerine Puppets, con John Cummings y otros chicos de la vecindad. Intuyó que había más futuro entre bambalinas: como aprendiz de ingeniero de sonido, colaboró con Jimi Hendrix, Leslie West o John McLaughlin.

A la vez que descifraba los secretos del estudio Record Plant, asimiló las realidades del negocio de la música. Era el candidato inevitable para convertirse en mánager del grupo que, hacia 1974, fundó Cummings, reinventado como Johnny Ramone. Y se hubiera quedado en las sombras de no revelarse diversas deficiencias durante los ensayos. Jeffrey Hyman, alias Joey Ramone, no daba la talla como baterista y ascendió a cantante, reemplazando a Douglas Colvin, Dee Dee Ramone para el mundo, que tocaba el bajo y componía buena parte del material.

Por pura necesidad, Tommy se encontró sentado a la batería, a la vez que ejercía de representante, con Danny Fields; a partir del segundo elepé (Leave home, 1977), también fue coproductor. Funcionaba como interlocutor con su paciente discográfica, Sire Records. Explicaba una y otra vez la fórmula ramoniana: rock elemental, contundente y breve, con abundantes referencias a la cultura basura. Suyo fue el primer himno del grupo, Blitzkrieg bop, tal vez un exorcismo de las miserias que pasaron los suyos durante la Segunda Guerra Mundial.

Copiados por infinidad de aspirantes a punkis, los Ramones creyeron que la conquista del mundo estaba a su alcance: tenían una imagen perfecta, un cancionero irresistible, la atención de los medios. Sin embargo, Tommy sabía las cifras: las escasas ventas de sus discos, las giras con mínimos beneficios, las pocas emisoras que pinchaban sus singles. Aquello no despegaba y la conjunción humana era explosiva: las adicciones de Dee Dee, el enfrentamiento ideológico entre Johnny y Joey que se convertiría en guerra silenciosa cuando el primero le quitó la novia al segundo. Exacto: como en una película de serie B.

Tommy sería coproductor de dos álbumes más, Rocket to Russia (1977) y Road to ruin (1978). A principios de 1978, harto de girar, dejó la batería a Marc Bell, inmediatamente rebautizado como Marky Ramone. Pudo comprobar que la suerte del grupo no cambiaba, aunque diversificaran su sonido con Phil Spector o Graham Gouldman, alquimistas que se supone sabían hacer éxitos. Con el tiempo, los Ramones encontrarían su filón en España y Sudamérica; su último disco de estudio se llamaría ¡Adiós amigos! (1995).

Como productor independiente, Tommy trabajó con los primeros Talking Heads y con grupos que destacaron en los ochenta, de Redd Kross a The Replacements. Volvería a echar una mano fraternal a los Ramones en Too tough to die (1984), coproducido con Ed Stasium ; conviene recordar que Tommy y Stasium tocaban muchas de las guitarras solistas en los discos que participaron, dado que Johnny Ramone prefería centrarse en la guitarra rítmica.

Resueltas sus necesidades económicas básicas por los derechos de autor del viejo grupo, terminó practicando bluegrass y otras músicas rurales en Uncle Monk, dúo con Claudia Tienan ; Tommy cantaba y tocaba la mandolina. ¿Saben? Aunque solo tuviera delante unas docenas de espectadores, parecía enormemente feliz.





* * * *




EN LA MUERTE DE NÉSTOR BASTERRETXEA


El antropólogo de la escultura

Era el último superviviente del trío que formaba con Jorge Oteiza y Eduardo Chillida.


 


Con la muerte de Néstor Basterretxea no solo desaparece el último superviviente de ese formidable trío de grandes escultores vascos formado por Oteiza, Chillida y él mismo, sino que prácticamente se cierra un ciclo dorado de la escultura de vanguardia de nuestro país, difícilmente repetible: precisamente el de su generación, la de los nacidos en las dos primeras décadas del pasado siglo, porque, junto a los artistas vascos citados, también fallecieron recientemente Palazuelo, Gabino, Alfaro y Tapies; antes lo hicieron Eusebio Sempere, Pablo Serrano y Miguel Berrocal, de manera que los únicos supervivientes que nos quedan de este conjunto excepcional, entre otros no citados, son Gustavo Torner y Martín Chirino, ambos frisando la novena década de su fecunda existencia.

¿Cómo ha sido posible todo este cuerno de la abundancia escultórico, ilustrado por mí de una manera tan ejemplar como aleatoria, en un país aislado y desmedrado hasta fechas todavía muy próximas? Desde luego, habría que citar como semillero esencial los nombres de Pablo Picasso, Pablo Gargallo y Julio González, puntales del desarrollo escultórico internacional, aunque también algún que otro nombre local como el del extraordinario Ángel Ferrant, maestro imprescindible de muchos de los mejores.



Basterretxea fue uno de los artistas destacados del arte vasco de posguerra

Pero ciñéndonos, como corresponde, al caso de Basterretxea, que suscita toda la constelación comentada, hay que señalar, en principio, que su destino parece como cosido a pespunte con el de Oteiza, ancestro de una generación anterior, pero que también vivió el exilio latinoamericano y abrió la senda de la investigación antropológica del mundo vasco, remitiéndola a un pasado prehistórico mítico y no simplemente a veleidades folclóricas del siglo XIX. Porque Basterretxea se marchó de España en 1936 siendo todavía un crío y deambuló por Francia y Argentina, dando sus primeros pasos artísticos en este último país como dibujante publicitario y no regresando a España hasta 1952, ya como un hombre hecho y derecho y con una crisolada vocación artística.

Desde ese mismo momento de su llegada, Basterretxea se integró en la entonces muy pujante vanguardia vasca, ganando el concurso para la realización de las pinturas murales de la cripta de la mítica Basílica de Aranzazu en Oñate, que ejecutó entre 1952-1954. Fue, además, uno de los fundadores del Equipo 57, un grupo de vanguardia clave para nuestro país, pero cuya inventiva y calidad aún no han sido objeto del merecido conocimiento en España, o, si se quiere, no tanto como lo fue en el extranjero. En 1960, Basterretxea se incorpora también al movimiento Gaur, donde militaron los artistas más relevantes del arte vasco de posguerra.


Apenas con lo apuntado, ya se comprende que no hay mejor acreditación artística que la de Néstor Basterretxea pero aun falta indicar otras dos claves para la mejor valoración de su trayectoria. La primera se refiere a su versatilidad creadora, porque, aunque finalmente se ha hecho más célebre como escultor, pues fue este el género que le ocupó predominantemente desde 1959, fue también un formidable diseñador industrial, un excelente pintor, un prolífico cineasta —como se subraya con sus conrtometrajes y, sobre todo, el largometraje Ama Lur (Tierra Madre)— y un estudioso de la antropología cultural vasca de primera magnitud. Esta última cuestión merece una atención especial porque repercutió no solo en el terreno de lo teórico sino que orientó su práctica escultórica, llevando a cabo obras tan sobresalientes como La serie cosmogónica, iniciada en 1972, que estuvo inspirada en la mitología vasca de los dioses tutelares y la Madre naturaleza, todo ello realizado en piedra y madera de formas abstractas y una figuración esquematizada.

Basterretxea, evidentemente, también afrontó la escultura monumental con algunas realizaciones de gran ambición como la del Salón de sesiones del Parlamento Vasco en Vitoria, en 1984. Residente en Hondarribia durante su última época, Basterretxea ha estado inquieto y activo hasta el final, incluso venciendo las dificultades físicas que impone el estrago del paso del tiempo. En este último periodo, además de su permanente alerta intelectual, siguió trabajando de forma experimental interesándose por la técnica del collage, donde logró muy bellas obras de orientación abstracta. Personalidad sobria, honesta y humilde, este maravilloso ser humano de gran potencia creadora jamás se inquietó por el veneno de la fama, lo cual quizá haya opacado inmerecidamente su enorme contribución, pero nunca el valor de su obra y el ejemplo de su dignidad, estoy seguro prevalecerán históricamente en el futuro.

Hablando del futuro, tras esta generación de Basterretxea que antes hemos calificado con toda justicia de dorada, debemos pensar con optimismo que no es casual que, entre los artistas emergentes después de la transición democrática de nuestro país, algunos de los mejores sean escultores y, entre ellos, no pocos vascos. Pensemos, entre otros, en Cristina Iglesias, Txomin Badiola o Peio Irazu, pero también en el prematuramente fallecido Juan Muñoz o Susana Solano. Todo esto significa, si lo queremos ver desde una dimensión bíblica, que si la mies es buena da fruto, aunque muera. En este sentido, estoy seguro de que la contribución de Néstor Basterretxea, además del valor de su obra en sí, tiene mucho que ver con la irradación de su silenciosa simiente.

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