Se publica ALFABETO en castellano... por fin el público hispanohablante puede conocer y disfrutar de Inger.El libro Alfabeto
supone la primera incursión en nuestro ámbito lingüístico de la
escritora danesa Inger Christensen (Vejle, 1935, Copenhague, 2009).
Hasta su fallecimiento alentó una escritura en géneros diversos como la
poesía, novela, obras dramáticas y trabajos ensayísticos; por su
quehacer consiguió amplio reconocimiento hasta ser considerada parte
central del núcleo creador escandinavo. La versión de Alfabeto al
castellano por Francisco J. Uriz, experto traductor de literatura
nórdica, supone una gratificante experiencia para desvelar algunas
claves estéticas de la académica danesa, quien figuró varias veces entre
los posibles candidatos al Nobel de Literatura, tras conseguir el
Premio Europeo de poesía en 1995.

Editado en 1981 en danés y presentado ahora en versión bilingüe, Alfabeto
sorprende de inmediato al lector por su distribución orgánica. Las
estrofas crecen a partir de la secuencia numérica de Fibonaci, en la que
el siguiente poema está formado por la suma de versos de los dos
anteriores; de este modo los fragmentos versales van incrementando su
longitud en un pautado avance escritural que busca en la repetición de
versos e ideas una cadencia versicular, un eco de letanía. El primer
poema es un enunciado mínimo sobre el sustantivo albaricoque, así
arranca un conjunto de poemas que se inicia con la letra “a”, como si
pronunciase los elementos de un alfabeto, el que se van entrelazando
realidades concretas. Tal aseveración se expande a otros componentes
materiales, como si el entrelazado de formas, sensaciones y conceptos
aglutinara un caos existencial y primigenio. Así se va construyendo el
retrato del hablante lírico frente a lo externo, un particular estar que
acumula en el discurrir de lo temporal certezas y descubrimientos. El
acontecer sedimenta planos y estratos que se convierten en puntos de
referencia, en presencias de alteridad.
De este modo, el poema adquiere el entrelazado de un canto,
sugestivo y penetrante, en el que las percepciones sensoriales conviven
con las reflexiones que aporta el pensamiento. La vida es un cauce
continuo en el que nada permanece inmutable. Lo que existe está sometido
a un indeclinable tránsito de ciclos y estaciones.
Derramado e imaginativo, Alfabeto es un largo poema
fragmentado, que hace de la percepción sustrato nutricio de la palabra.
Las cosas están ahí y en su azaroso estar son el mejor reflejo de
nuestra existencia. Su roce zarandea el pensamiento y la conciencia;
moldea la mirada de quien percibe y regula los movimientos de su
espíritu.
La obra Alfabeto permite recorrer un tramo de la senda
literaria de Inger Christensen, en cuyo discurrir hallamos una
exaltación del entorno material que celebra los puentes vivenciales
entre el sujeto y las cosas; también una mirada social que desde la voz
comprometida resalta esas sombras disgregadoras que señalan límites y
oquedades, esos hilos de musgo del ser disgregado.
El libro acredita el rincón iluminado de una voz, desconocida
todavía en nuestra biblioteca, cuya cotidiana franqueza propone un
sosegado diálogo, una apertura al conocimiento. No queda sino darle una
cordial bienvenida.
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INGER CHRISTENSEN. ALFABETO.
Fuente: http://www.sextopiso.es/7467-alfabeto-de-inger-christensen/
|
Alfabeto
Inger Christensen
Traducción de Francisco J. Uriz
Sexto Piso, Madrid, 2014 |
MATERIA
El libro Alfabeto
supone la primera incursión en nuestro ámbito lingüístico de la escritora
danesa Inger Christensen (Vejle, 1935, Copenhague, 2009). Hasta su
fallecimiento alentó una escritura en géneros diversos como la poesía, novela,
obras dramáticas y trabajos ensayísticos; por su quehacer consiguió amplio
reconocimiento hasta ser considerada parte central del núcleo creador
escandinavo. La versión de Alfabeto al
castellano por Francisco J. Uriz, experto traductor de literatura nórdica,
supone una gratificante experiencia para desvelar algunas claves estéticas de
la académica danesa, quien figuró varias veces entre los posibles candidatos al
Nobel de Literatura, tras conseguir el Premio Europeo de poesía en 1995.
Editado en 1981 en danés y presentado ahora en versión bilingüe, Alfabeto sorprende de inmediato al
lector por su distribución orgánica. Las estrofas crecen a partir de la
secuencia numérica de Fibonaci, en la que el siguiente poema está formado por
la suma de versos de los dos anteriores; de este modo los fragmentos versales
van incrementando su longitud en un pautado avance escritural que busca en la
repetición de versos e ideas una cadencia versicular, un eco de letanía. El
primer poema es un enunciado mínimo sobre el sustantivo albaricoque, así
arranca un conjunto de poemas que se inicia con la letra “a”, como si
pronunciase los elementos de un alfabeto, el que se van entrelazando realidades
concretas. Tal aseveración se expande a otros componentes materiales, como si
el entrelazado de formas, sensaciones y conceptos aglutinara un caos
existencial y primigenio. Así se va construyendo el retrato del hablante lírico
frente a lo externo, un particular estar que acumula en el discurrir de lo
temporal certezas y descubrimientos. El acontecer sedimenta planos y estratos
que se convierten en puntos de referencia, en presencias de alteridad.
De este modo, el poema adquiere el
entrelazado de un canto, sugestivo y penetrante, en el que las percepciones
sensoriales conviven con las reflexiones que aporta el pensamiento. La vida es
un cauce continuo en el que nada permanece inmutable. Lo que existe está
sometido a un indeclinable tránsito de ciclos y estaciones.
Derramado e imaginativo, Alfabeto es un largo poema fragmentado,
que hace de la percepción sustrato nutricio de la palabra. Las cosas están ahí
y en su azaroso estar son el mejor reflejo de nuestra existencia. Su roce
zarandea el pensamiento y la conciencia; moldea la mirada de quien percibe y
regula los movimientos de su espíritu.
La obra Alfabeto
permite recorrer un tramo de la senda literaria de Inger Christensen, en
cuyo discurrir hallamos una exaltación del entorno material que celebra los
puentes vivenciales entre el sujeto y las cosas; también una mirada social que
desde la voz comprometida resalta esas sombras disgregadoras que señalan
límites y oquedades, esos hilos de musgo del ser disgregado.
El libro acredita el rincón iluminado de una
voz, desconocida todavía en nuestra biblioteca, cuya cotidiana franqueza
propone un sosegado diálogo, una apertura al conocimiento. No queda sino darle
una cordial bienvenida.
El libro Alfabeto
supone la primera incursión en nuestro ámbito lingüístico de la
escritora danesa Inger Christensen (Vejle, 1935, Copenhague, 2009).
Hasta su fallecimiento alentó una escritura en géneros diversos como la
poesía, novela, obras dramáticas y trabajos ensayísticos; por su
quehacer consiguió amplio reconocimiento hasta ser considerada parte
central del núcleo creador escandinavo. La versión de Alfabeto al
castellano por Francisco J. Uriz, experto traductor de literatura
nórdica, supone una gratificante experiencia para desvelar algunas
claves estéticas de la académica danesa, quien figuró varias veces entre
los posibles candidatos al Nobel de Literatura, tras conseguir el
Premio Europeo de poesía en 1995.

Editado en 1981 en danés y presentado ahora en versión bilingüe, Alfabeto
sorprende de inmediato al lector por su distribución orgánica. Las
estrofas crecen a partir de la secuencia numérica de Fibonaci, en la que
el siguiente poema está formado por la suma de versos de los dos
anteriores; de este modo los fragmentos versales van incrementando su
longitud en un pautado avance escritural que busca en la repetición de
versos e ideas una cadencia versicular, un eco de letanía. El primer
poema es un enunciado mínimo sobre el sustantivo albaricoque, así
arranca un conjunto de poemas que se inicia con la letra “a”, como si
pronunciase los elementos de un alfabeto, el que se van entrelazando
realidades concretas. Tal aseveración se expande a otros componentes
materiales, como si el entrelazado de formas, sensaciones y conceptos
aglutinara un caos existencial y primigenio. Así se va construyendo el
retrato del hablante lírico frente a lo externo, un particular estar que
acumula en el discurrir de lo temporal certezas y descubrimientos. El
acontecer sedimenta planos y estratos que se convierten en puntos de
referencia, en presencias de alteridad.
De este modo, el poema adquiere el entrelazado de un canto,
sugestivo y penetrante, en el que las percepciones sensoriales conviven
con las reflexiones que aporta el pensamiento. La vida es un cauce
continuo en el que nada permanece inmutable. Lo que existe está sometido
a un indeclinable tránsito de ciclos y estaciones.
Derramado e imaginativo, Alfabeto es un largo poema
fragmentado, que hace de la percepción sustrato nutricio de la palabra.
Las cosas están ahí y en su azaroso estar son el mejor reflejo de
nuestra existencia. Su roce zarandea el pensamiento y la conciencia;
moldea la mirada de quien percibe y regula los movimientos de su
espíritu.
La obra Alfabeto permite recorrer un tramo de la senda
literaria de Inger Christensen, en cuyo discurrir hallamos una
exaltación del entorno material que celebra los puentes vivenciales
entre el sujeto y las cosas; también una mirada social que desde la voz
comprometida resalta esas sombras disgregadoras que señalan límites y
oquedades, esos hilos de musgo del ser disgregado.
El libro acredita el rincón iluminado de una voz, desconocida
todavía en nuestra biblioteca, cuya cotidiana franqueza propone un
sosegado diálogo, una apertura al conocimiento. No queda sino darle una
cordial bienvenida.
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Inger Christensen murió en 2009. Esta fue una de las necrológicas de aquellos días (El país)El libro Alfabeto
supone la primera incursión en nuestro ámbito lingüístico de la
escritora danesa Inger Christensen (Vejle, 1935, Copenhague, 2009).
Hasta su fallecimiento alentó una escritura en géneros diversos como la
poesía, novela, obras dramáticas y trabajos ensayísticos; por su
quehacer consiguió amplio reconocimiento hasta ser considerada parte
central del núcleo creador escandinavo. La versión de Alfabeto al
castellano por Francisco J. Uriz, experto traductor de literatura
nórdica, supone una gratificante experiencia para desvelar algunas
claves estéticas de la académica danesa, quien figuró varias veces entre
los posibles candidatos al Nobel de Literatura, tras conseguir el
Premio Europeo de poesía en 1995.

Editado en 1981 en danés y presentado ahora en versión bilingüe, Alfabeto
sorprende de inmediato al lector por su distribución orgánica. Las
estrofas crecen a partir de la secuencia numérica de Fibonaci, en la que
el siguiente poema está formado por la suma de versos de los dos
anteriores; de este modo los fragmentos versales van incrementando su
longitud en un pautado avance escritural que busca en la repetición de
versos e ideas una cadencia versicular, un eco de letanía. El primer
poema es un enunciado mínimo sobre el sustantivo albaricoque, así
arranca un conjunto de poemas que se inicia con la letra “a”, como si
pronunciase los elementos de un alfabeto, el que se van entrelazando
realidades concretas. Tal aseveración se expande a otros componentes
materiales, como si el entrelazado de formas, sensaciones y conceptos
aglutinara un caos existencial y primigenio. Así se va construyendo el
retrato del hablante lírico frente a lo externo, un particular estar que
acumula en el discurrir de lo temporal certezas y descubrimientos. El
acontecer sedimenta planos y estratos que se convierten en puntos de
referencia, en presencias de alteridad.
De este modo, el poema adquiere el entrelazado de un canto,
sugestivo y penetrante, en el que las percepciones sensoriales conviven
con las reflexiones que aporta el pensamiento. La vida es un cauce
continuo en el que nada permanece inmutable. Lo que existe está sometido
a un indeclinable tránsito de ciclos y estaciones.
Derramado e imaginativo, Alfabeto es un largo poema
fragmentado, que hace de la percepción sustrato nutricio de la palabra.
Las cosas están ahí y en su azaroso estar son el mejor reflejo de
nuestra existencia. Su roce zarandea el pensamiento y la conciencia;
moldea la mirada de quien percibe y regula los movimientos de su
espíritu.
La obra Alfabeto permite recorrer un tramo de la senda
literaria de Inger Christensen, en cuyo discurrir hallamos una
exaltación del entorno material que celebra los puentes vivenciales
entre el sujeto y las cosas; también una mirada social que desde la voz
comprometida resalta esas sombras disgregadoras que señalan límites y
oquedades, esos hilos de musgo del ser disgregado.
El libro acredita el rincón iluminado de una voz, desconocida
todavía en nuestra biblioteca, cuya cotidiana franqueza propone un
sosegado diálogo, una apertura al conocimiento. No queda sino darle una
cordial bienvenida.
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Cuando se sentaba a leer, con sus movimientos tímidos y su mirada
dulce tras las gruesas gafas, nadie se esperaba de esta mujer menuda, de
cabellos blancos, una voz tan irresistible que atrapaba enseguida al
público con el ritmo cadencioso y la fonética seductora del danés, a
pesar de que el público no entendiera ni una palabra del idioma. Así
sucedió en una lectura, en 1998, en el Palau de la Música durante el
Festival de Poesía de Barcelona, y al disponerse a salir del escenario,
se levantó un enorme, estruendoso aplauso.
Inger Christensen no sólo hacía honor al título de principal poetisa
de Escandinavia, sino que también era una recitadora extraordinaria. Tal
vez porque confiaba todavía en la esencia mágica de la palabra poética.
En la poesía de Christensen el lenguaje parece una directa prolongación
de la naturaleza, y, al mismo tiempo, cada obra posee una estricta
estructura sistemática. Por lo pronto, son las teorías lingüísticas de
Noam Chomsky, o un teorema matemático, los que sirven de punto de
partida, para enlazar en poemas verdaderamente inmensos, como Det (Esto,
1969), que cuenta en 239 páginas la génesis del lenguaje y del mundo,
frases como células crecen formando órganos y organismos. El poeta
austriaco Peter Waterhouse dijo una vez que Christensen "hablaba no para
que haya progreso, sino para que se produzca unión. Las palabras se
tocan entre sí, y entonces también las cosas se tocan entre sí".
En 'Det' cuenta en 239 páginas la génesis del lenguaje y del mundo
Sus composiciones surgen de la cópula necesaria de ritmo, sonido y significado
Tal vez fue en Alemania donde más se la veneraba fuera de su país
natal, apreciación que se materializó de nuevo en 2006, con la concesión
del Premio Siegfried Unseld. Fue el último de los muchos galardones
internacionales que recibió esta profesora de matemáticas en 40 años de
intensa actividad literaria en la que no sólo destacó como poetisa.
Varios ensayos literarios, obras de teatro y tres novelas dan fe de su
versatilidad creativa y de una prodigiosa lucidez. En España quedan por
descubrir, aparte de la poesía, sus novelas Perpetuum mobile (1964) y Azorno (1967). Únicamente se tradujo su novela corta La habitación pintada,
una pequeña joya literaria. Publicada por Ediciones del Bronce en 1999,
mezcla una historia amorosa con una intriga cortesana, ubicada en el
palacio ducal de Mantua, en los años en los que Andrea Mantegna pinta la
famosa Camara degli sposi.
Nacida en 1935, en un pueblo de Jutlandia, desde sus inicios
Christensen se revela como una poetisa originaria. Sus composiciones
surgen de la cópula necesaria de ritmo, sonido y significado. Hablan de
los enigmas recónditos de la creación y de los gozos de la existencia
humana, en un grandioso afán de inventar el mundo y buscar el paraíso en
él. Aunque en sus primeros poemarios, Lys (Luz, 1962) y Graes (Hierba,
1963), todavía se debate la angustia del individuo aislado ante el
vacío existencial con el proceso de conocimiento, en sus grandes
composiciones épicas Det y, sobre todo, Alfabet (1981)
emprende Christensen el viaje hacia el espacio paradisiaco perdido que,
en definitiva, es "el espacio paradisiaco del lenguaje, donde poeta y
lenguaje se funden en unión", como afirma en un ensayo sobre La fuerza ordenadora del azar.
"Los alfabetos existen / la lluvia de los alfabetos / la lluvia que
cae con fuerza / la gracia la luz // los intersticios y las formas / de
las estrellas de las piedras // el curso de los ríos / y los movimientos
del alma // el rastro de los animales / sus calles y sus caminos // la
construcción de los nidos / consuelo del hombre...". Y así va siguiendo
Christensen en Alfabet con fabulosa seguridad el ritmo del
lenguaje, nombrando el aleph borgiano del mundo. El 2 de enero se fue la
buscadora de paraísos. Nos ha dejado el consuelo de su magnífico
universo literario.