Poemas de Fernando Echevarría
(de Treguas para o amor -1958-)
LOS RÍOS
Torrencial arquitectura de silencio. Desciende el río terrible de la hermosura hasta tus piernas. Y el río imposibilidad dual no desbarata su caudal. Sube de la tierra troncos robustos de castidad y va a fecundarte los broncos abismos de la virginidad.
ESTRELLA
Tú. Tú de luz. Agresivo cerebro del amor. Rompelabios celeste. Y nadie sabe tus límites. Que viva arrastras lejos hasta el presente con tal pasión que se siente aquí calor de corazón. Corazón que los besos muerden con tal viento de desorden que los labios ya llegan a ti.
(de Sobre as horas -1963-)
Llegará sin palabras, como nieve
en nombre de una paz desconocida. Apenas un silencio blanco y breve que dé ritmo de presencia a la vida.
Ritmo de estar en pie, amanecida entre una luz tristísima que debe del agua haber nacido en la medida correcta que la hará volverse nieve.
Ritmo que llevará flechas de frío a los labios. Y piernas escarnece de lenta encarnadura, álgido río.
Y el terror a pasar, que ya decrece dejando el corazón grande y vacío que todo lo quemara y amanece.
Verte doraba de pupilas el cuerpo la sombra. Y las estatuas por donde vino viña animal. Y pasaba redondo en la retina.
Que azul donde se vive en paz. El peso es superficie un nosotros sin tiempo. Y la brisa el justo límite que situa los objetos.
Dentro de nuestra sombra caeremos y quedará un vacío terror. Un tiempo de nada haber si no la sombra de otros viviendo. Y cuando los pies de los amantes nos pisen el silencio estancado. Para siempre serán puros, y serios.
Cerraremos la concha. Sobre nosotros pasará el movimiento. Y no seremos más que ojos abiertos. Abiertos. O -antes diré- volverá blanco invierno y pasarán como la noche grande misma íntimamente.
(de A base e o timbre -1974-)
Esperamos la sombra.
La clara sombra y el lugar debido a tus manos alcanzándonos la copa de dulce vino. Después el serio movimiento alarga ese haberse oído tras ti extraviada. La sombra esperamos, amplia y larga como pensar beber último vino.
(de Media vita -1979-)
La muerte en la muerte se termina.
Y amamos en la esperanza que la alimenta, no la transparente herramienta sino el alma que para y se ilumina.
Porque estarnos en la muerte nos designa y estar en la muerte sigue a su destino al saber que en esta muerte se resigna e ír a la muerte es leernos en el signo que se desvela solo, repentino cuando leernos es leído, en obra y gracia.
(de Introduçao â filosofia -1981-)
Que a sí solo diga
el timbre del poema. Suba. Module la intriga de luz y azul del tema y resolviendo montaraz el eco de alegría entre en el mundo en que solo sabe a nostalgia. Y tras ello cuanto ley quiera o quisiera. Fluctue. Vibre. Sacuda el manto. Y cada estela sea dintel del llanto izquierda a la ceguera.
(de Fenomenologia -1984-)
La transparencia cristaliza el timbre
a la medida en que envejece la luz fundamental. Que nos exige y deja dentro de ese ír a nuestra propia efigie de penumbra. O la dora el pensamiento cuando pensar exige que solo halle razón de estar atento. Entonces las sustancias tristes de esa tristeza que deslumbra al ír surgiendo la cima de envejecer. Todo, a nuestro alrededor, gravita. Y libre siguiendo a aquello que, íntimamente, lo rige. Y a medida en que la atención subsiste va la materia de atención creciendo de forma, dentro de nuestra propia efigie.
Somos solo el timbre con el que vemos.
O sería frescura tener el nombre atravesado de ondas del verano. Todo quedaba eternamente lejos y todo tan corriente en la memoria que de fuerte se escucha en soledad. Y sobretodo su crecimiento. Y dónde se extiende también ese calor, de soldadura escaldada casi al esplendor, si el nombre no refresca la tienda de melones.
Árbol, y fruto; y cicatriz, y llama, de tierra apareces compañera. Consolación y, muchas veces, alma. Otras, rampa espiral de turbulencias. Y siempre signo posible de alianza que transpone la duración, que intenta el tiempo, cuando la extensión se alarga para la edad nos vamos a iluminar la empresa del ver. Y el ver olvida en la mano el fruto sagrado de la tristeza.
[ Fernando Echevarría, A n t o l o g i a, Ediçoes Afrontamento, setembro de 2010 ][ T r a d u c c i ó n de Carlos leonliquete, setiembre de 2011 ]
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