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N A D I E
La vida de poeta



Y tuve la visión de lo futuro.

Y la fraternidad resplandecía…”

Rubén Darío


En la vida de un poeta, los estados profundos permanecen, para los demás, como momentos extraños, desconocidos, en los que aquel parece “raro”.

Raro, entre los raros de hoy, me siento totalmente perdido, casi harto, en este instante.

Siempre tuve claro el sentido de mi vida y mi labor. Y ahora, sin embargo, me siento realmente cansado, aturdido, con un permanente dolor de cabeza en el que nada tiene sentido, más allá de la misma confusión.

¿Y para qué me pregunto, para qué intentar hacer una obra si a mis contemporáneos no les interesa –o rara vez- y la posteridad no me interesa a mí?

No es, realmente, que me haya curado del todo de la necesidad del poeta (del artista), pero asumiendo que, pase lo que pase, después no vamos a poder hacer ya nada por ello, es probable que nada de todo esto tenga sentido. Lo que no sale no existe, lo que no se conoce ya no se va a conocer, perdido entre tantas producciones de la época más productiva…

Me entra una pereza inmensa al contemplar el panorama editorial, la vida del escritor (o del investigador y sus congresos). Así, muchos de mis escritos avanzan con la pasión de aprender y crear y se paran y abandonan con la presión de concluirse o de editarse.

La influencia soterrada, la que calladamente llevamos sufriendo y haciendo desde el principio, evidentemente se queda escasa y muchas veces peca de inconsistencia.

Es nuestro deseo el que dice que nosotros tenemos cierto peso en la realidad de los demás y por ello nuestras ideas, nuestra obra, están sirviendo o influyendo y siendo útiles a alguien. No hay nada seguro en lo que no se ve. Y, ahora, ¿qué veo yo más que mi vacío, mi inconsistencia, la poca importancia de la labor lírica en el tejido social y el nulo sentido de la investigación fuera de la carrera de egos, el desconocimiento y la incomprensión hacia el sentido social de ser poeta de quienes dicen serlo, la egolatría del artista y el poeta en general, etc., etc.

Llegados a este punto, un dolor de manos puede ser una bendición: evita que escribamos más, contribuyendo con ello a la confusión propia y generalizada.




"No se me ocurre nada, no pienso en nada, es el verdadero “pensamiento en blanco”.

Octavio Paz.



Entonces huyen, ante mi vista atenta, diversas sendas cada vez más delicadas, se alejan entre el polvo neblinoso de este abril (todas las aguas de abril en su niebla de polvo).

Es el camino el camino, es el camino sin fin el mismo fin.

Y sobra todo este ruidoso desperdicio de metal con toda su inercia, canción del desaliento y de la queja, tras el cristal, bajo el portal, siempre refugio de lamento, su voz.

Más importante es hablar, no ser, más sentir, ya no saber. Cada vez más claro se aparece el fondo insondable de nuestra ignorancia. Y maravillosamente nos dilata mojarnos en ese olvido, en aguas de ser sin saber

Como las flores del lilo, abiertas, sobre los restos verdes de la poda del jardín.



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